Giorgia Meloni es, hoy por hoy, la Primer Ministro y la mujer de derecha que más atención atrae en la política internacional. Romana, criada en el núcleo de una familia monomarental en el barrio de Garbatella, a los 15 años decide inscribirse en el Frente de la Juventud del Movimento Sociale Italiano (MSI). Este “bautismo de fuego” como lo describe, que la introduce en un ámbito de militancia, pero también de contención y de pertenencia a una familia extendida, fue el puntapié de una carrera política en ascenso, que la lleva en octubre del 2022 a ocupar el cargo de Presidente del Consiglio dei Ministri. Su victoria fue leída por parte de la población italiana, por años agazapada, como un verdadero salvataje de la derecha del país; la ya famosa frase “sono de destra”, que repite en cada intervención pública, y que afirma, tiene más que ver con un componente instintivo que con uno de formación académico o cultural, es sólo una de las identidades de esta política.
De una belleza innegable, y con un acento romano que seduce, su presencia y su discurso atraen la atención de hombres (lo que es más que entendible), y también de mujeres. En un contexto de revoluciones feministas a escala global, la Meloni asume y se convierte en la primera mujer en ocupar el más alto cargo de gobierno en la historia de Italia - además de ser la única líder mujer al frente de un partido italiano, Fratelli d’Italia (FdI), y de uno europeo, el Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos-. Sono una donna, sí, pero no soy feminista; admite que nunca, en su larga trayectoria, se ha sentido discriminada “por el hecho de ser mujer”, que cree en la fuerza del trabajo y en el mérito, que la han llevado a ella y a otras mujeres de su partido a escalar posiciones jerárquicas. Si la verdadera política se debate “entre los grandes”, ahí es donde la Meloni prefiere estar, en la competencia contra hombres, y no en confrontaciones entre feministas.
Lo que conecta a la Meloni con otras mujeres (aunque no con todas) es otro componente identitario: sono una madre. Si por un lado, niega la solidaridad entre mujeres (la famosa “sororidad”), y habla de la inevitable competencia entre las mismas, por el otro, no se cansa de reivindicar la solidaridad entre madres, que son “como los veteranos de guerra que han combatido en un frente de batalla”. El ser madre permite, asimismo, trazar una conexión con los valores e ideas que reclama y que pretende plasmar en las políticas de su gobierno. En este sentido, no es casualidad que el primero de los veinticinco puntos de las propuestas de FdI, en su programa de gobierno en las elecciones del 2022, sea “el sostenimiento a la natalidad y a la familia”.
La Meloni retoma, en su discurso, la centralidad de la familia, entendida como el núcleo fundante de la sociedad, y de la identidad de cada uno de sus integrantes; que posee un rol clave y social en la formación, educación y cuidado de sus integrantes. El Estado debe, por lo tanto, fomentar y sostener la natalidad, sobre todo de las parejas jóvenes, así como de los sectores más vulnerables, para dar posibilidades de creación de un proyecto familiar. Mecanismos como el aumento de la Asignación Única Familiar, descuento del IVA en productos de la primera infancia, ayuda económica a guarderías públicas, y destino de mayores recursos al Fondo de Garantía, para el acceso a la primera vivienda por parte de parejas jóvenes de trabajadores precarios; son algunos ejemplos de lo que FdI entiendo como una inversión para el futuro de Italia. Además, hay que considerar el contexto sociodemográfico de Italia, caracterizado por una marcada caída de la tasa de natalidad (en el año 2022 se registró el índice más bajo de nacimientos desde la unificación italiana en 1861, menos de 400.00 neonatos), y un acelerado envejecimiento de su población (Italia encabeza la lista de los países más longevos de la Unión Europea). Por otro lado, y más allá de que el número de inmigrantes supera al número de personas que deja el país, la población continúa decreciendo. La Meloni lo ha advertido en más de una oportunidad: “la población italiana está desapareciendo”.
En este escenario, la fertilidad se convierte en una cuestión colectiva y no es (sólo) un problema individual. En este sentido, en su programa de gobierno, FdI promueve campañas de información y de concientización sobre la fertilidad de la mujer, con la participación de instituciones, médicos, científicos, familias y escuelas, destinadas a sensibilizar a la población en relación a este tema. La Meloni fue madre “grande”, a sus 39 años, y en más de una oportunidad se la ha escuchado decir que le hubiera gustado “dar una hermana o hermano” a su hija. Los tiempos frenéticos de la sociedad actual, el hábito de “patear adelante” decisiones que son vitales, y el pensamiento generalizado que pretende confirmar la eliminación de todo límite (de edad, de la biología humana, de género etc.), limitan la completa información para las mujeres en edad reproductiva.
Por otro lado, FdI promulga la completa aplicación de la ley nro. 94 de 1978 que norma “la tutela social de la maternidad y la interrupción voluntaria del embarazo”. Desde la prevención, pasando por la ayuda estatal a mujeres de bajos recursos para que puedan finalizar su embrazo, y la promoción de espacios para recién nacidos (como lactarios y guarderías), para la Meloni las instituciones deben acompañar y sostener a la futura madre. La instancia del aborto no es una victoria.Una mujer, afirma, no debería decidir entre ser madre y conservar su puesto de trabajo; como hizo ella en el año 2016, cuando decidió candidatearse al puesto del Sindaco de la ciudad de Roma, después de ser noticia su reciente embarazo. “La Meloni deve fare la mamma”, dijo uno en los medios de comunicación italianos, y ella, bien contra no dejó que nadie, menos un hombre, le dijera que podía y que no podía hacer ahora que se convertiría en madre (este fue quizás, el único momento en su vida donde admitió sentir cierta discriminación por su condición de mujer).
Por último, cabe destacar que el día de su asunción, la Meloni nombró a la ministra de la Familia, la Natalidad y la Igualdad de oportunidades, cuyas funciones se centran en la promoción de políticas para el cuidado y la asistencia de la familia y de sus integrantes desde la infancia. Fue desde octubre del 2022 que finalmente se agrega la “natalidad” a la denominación de este organismo.
“Las leyes de un Estado no legislan los sentimientos (...) el Estado tiende a incentivar lo que considera útil y necesario para mejorar el funcionamiento de la sociedad(...)”
La Meloni lo afirma, sin tanto rodeo de palabras: la familia sirve y es el amortizador social por excelencia. Desde la manutención y la instrucción de los hijos, hasta el cuidado de los mayores, por ejemplo; si sumamos, el declive demográfico actual, el envejecimiento de la población, y la emigración de jóvenes en edad productiva fuera del país, se advierte que no habría sostén para el Estado de bienestar italiano.
Pero la familia también cumple un rol constitutivo en sus integrantes y en su identidad: sono cristiana, sono italiana. La Meloni se afirma en su fe cristiana, heredada del núcleo familiar, pero que se debe también a la tierra donde nació y creció, una identidad colectiva intrínsecamente unida a su patriotismo. Si la izquierda italiana actúa “por el bien del país”, es decir, por una sociedad que habita un territorio delimitado por fronteras, la derecha lo hace en nombre de la identidad nacional y la patria, “un luogo che coinvolge il cuore”; expresiones que aún hoy generan cierto escozor en algunos italianos. Como en una suerte de círculos concéntricos que se van ampliando, y extendiendo, las identidades de la Meloni no se superponen, sino que conviven. Es una y es todas, y este mismo recorrido se extrapola a la idea de sociedad que promueve: la familia, luego la Nación, y finalmente Europa.
En este sentido, el último de los veinticinco puntos del programa de gobierno de FdI es “Italia protagonista en Europa y en el Mundo”; país fundador de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica, Italia se posiciona internacionalmente con sus aliados occidentales, y sus valores –libertad del individuo frente al Estado, democracia y justicia, raíces judeocristianas-. Por otro lado, no es casualidad que el lema que ha impulsado FdI en las pasadas elecciones en el parlamento europeo sea “Italia cambia l’Europa”. La camarilla de “burócratas de Bruselas”, como nombraba la Meloni a la administración de la Unión Europea, se convirtió en un jugador con quien negociar, sobre todo si se considera el financiamiento y subvenciones que recibe Italia por parte de la Unión Europea. Pragmática, institucionalista, e incluso atlantista, pero no globalista: de la Nación a Europa y al mundo.
Italia es un país que acarrea problemas estructurales: la desocupación y la caída del salario real (con el agregado el aumento de los costes desde la invasión rusa a Ucrania), un sistema de educación y de sanidad en deterioro, el aún gran descreimiento a la clase política, el control territorial y administrativo de las mafias, y los contrastes económicos y de oportunidades entre el norte y el sur de país, entre otros. La Meloni llegó a la presidencia del Consiglio con ambiciones y propuestas, y más allá de las críticas y las acusaciones (de soberanista, de neofascista) ella y su partido no se corren (y no parecen querer correrse) de los límites democráticos. Se han cumplido ya dos años de su primer mandato, resta ver cómo se desempeñará en los dos restantes.