Mientras los países pioneros en administrar tratamientos
a niños trans reculan debido a las consecuencias negativas para la salud, la
Argentina “anarcocapitalista” fortalece sus acuerdos con farmacéuticas
especializadas en reasignación sexual, siguiendo una ruta iniciada por el
kirchnerismo y consolidada en el gobierno macrista. Al momento de hormonizar
menores de edad, las fuerzas políticas locales no presentan excesivos desacuerdos.
Durante los años de
Mauricio Macri, el Ministerio de Salud de Buenos Aires inauguró, con la
anuencia de María Eugenia Vidal, un centro de hormonización especializado en
niños trans, dentro del hospital Sor María Ludovica, de La Plata. En el
kirchnerismo, este tipo tratamientos se había estado llevando a cabo en el
Hospital de Niños Pedro de Elizalde. Con Alberto Fernández, la infancia trans siguió
consolidándose en la agenda oficial, a partir de la difusión de pedagogías de
género que, en algunos casos, fungen de soporte dialéctico para validar acuerdos
millonarios con farmacéuticas proveedoras de medicación especializada en salud
sexual y reproductiva. Lejos de ir para atrás o al menos revisar estos convenios
en función de su perfil antifeminista, el gobierno de Javier Milei los amplió,
sin salir a difundirlo en sus redes. Es que, pese a los proclamados
desacuerdos, la partidocracia nacional mantiene varios consensos entre los que
el polémico procedimiento de cambio de sexo a edades tempranas, es de rigor.
Pero en países como Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Suecia, vienen siendo
cuestionados por la comunidad científica y dados de baja por los gobiernos.
La hormonización temprana
sirve para que un niño o niña no se desarrolle de acuerdo a su sexo biológico,
sino autopercibido. Los profesionales que se hacen cargo de llevarla adelante alertan
sobre los suicidios de adolescentes trans que no fueron apoyados por sus
familias al momento de someterse a una terapia de esta clase. Pero las
objeciones de padres y progenitores encuentran sustento en consecuencias
prácticamente inevitables, como la esterilidad que, para muchos, califica como
una forma de maltrato infantil. La difusión de papers que plantean que someter a
un niño a riesgos inmediatos y futuros, como el aumento temporal de la
resistencia a la insulina o a una menor densidad ósea asociada a la
osteoporosis precoz, se opone a la ética más elemental, multiplicó las señales
de alerta. Al tratarse de técnicas relativamente nuevas, señalan además los
principales objetores, los efectos a largo plazo aún no han sido verificados, y
variables como algunos tipos de cáncer no se toman en cuenta. Desde la
psicología, las principales impugnaciones de los expertos críticos pasan por
considerar innecesaria la definición taxativa de la sexualidad antes del
desarrollo. Vestir ropa del género autopercibido o cambiarse el nombre, no
sería, aseguran, problemático como hormonizar. En España, país pionero en estas
prácticas al igual que Canadá, el debate comenzó hace varios años en medios
especializados, como la revista Endocrinología Pediátrica que dio gran espacio
a profesionales que afirmaban, casi una década atrás, que el diagnóstico de
disforia de género no debería ser prioritario en niños ni adolescentes, debido a
que la identidad sexual puede fluctuar. Incluso, durante la vida adulta.
Lejos de ser una temática
que se agota en los párrafos de un artículo periodístico (recomendable el
trabajo del canadiense Ray Blnachard), para Argentina, la infancia trans propicia
la posibilidad de hacerse algunas preguntas que vienen postergándose demasiado:
¿Es necesario que el Estado efectúe transacciones con empresas que fabrican
productos cuya peligrosidad saltó a la luz en los países que primero los
compraron? ¿Estamos aptos para decidir, antes de la pubertad, cuál será nuestra
condición sexual a futuro? ¿Hasta qué punto es saludable aceptar la híper-medicalización de la vida? ¿Existen alternativas menos invasivas físicamente
para enfrentar estas situaciones? ¿Vale la pena que un niño reciba una carga
enorme de medicación que cambiará el funcionamiento de su organismo? ¿No sería
mejor esperar?
*Esta nota es una versión actualizada de un texto del libro GENERO Y POLITICA EN TIEMPOS DE GLOBALISMO de Nancy Giampaolo, publicado por primera vez por el proyecto editorial NOMOS en 2021.