Los argentinos
nos encontramos frente a una encrucijada, porque los tiempos se aceleran y la
distancia entre nuestra trayectoria y la de la civilización tecnológica aumenta
de forma inquietante. Y promete debilitar profundamente nuestras capacidades
estratégicas. Metafóricamente, diría que nos encontramos como quien hace un
último intento por saltar a la barca que se aleja de la orilla para nunca
regresar. Pasada una distancia límite ya nada será igual para los que se
queden. Allí y aquí serán mundos extraños uno al otro como no tenemos memoria.
Los mensajes que en lo sucesivo lleguen de ese otro orden civilizatorio encontrarán
aquí destinatarios resignados en la mayoría de los casos, o inquietos por peregrinar
hacia mejores posibilidades en algunos otros. El pasado podría ser entonces
arrasado de nuestro suelo, cuando sus vestigios ya no sean vistos como puente
hacia un destino fundacional, sino un obstinado recordatorio de lo que
irremediablemente se perdió.
El futuro
tecnológico definirá la nueva distribución de poder en el mundo, y los países
deberán ir acomodándose en este nuevo tablero mundial conforme sean capaces de
modificar sus procesos políticos, y de ser parte (o no) del enorme desarrollo
científico que demandará esta nueva era de la humanidad. Porque la innovación definirá el poder. Y a muchos los relegará al
olvido.
Pasado glorioso
Aun gravita en
nuestro presente la herencia de una nación que buscaba otros destinos; y en esa
cadena de virtudes tenemos pendiente otra oportunidad. Pero la desconexión
entre los focos remanentes de excelencia y la situación general de deterioro crea
tensiones que tarde o temprano serán conflicto abierto anticipatorio del peor
desenlace. Así ha ocurrido siempre en la historia. Hoy la Argentina se cuenta
entre los diez o doce países -entre ciento noventa que hay- que producen
tecnología nuclear, tecnología satelital, medicamentos biotecnológicos,
vacunas, partes de radares, y componentes esenciales para la fabricación de
helicópteros, solo por mencionar algunos sectores de avanzada. Agreguemos a
esto los avances en la agroindustria, la siderurgia, y la producción de
petróleo. O la insólita creación de once unicornios digitales en los últimos
veinte años. En todos estos campos hay científicos y emprendedores argentinos
que inventaron soluciones que cambiaron el modo de hacer las cosas en sus
campos de competencia. Pero conforme se deteriora la situación económica y
educativa de más de la mitad de la población, las incongruencias entre uno y
otro modelo de país aumentan. Y los eslabones de la cadena virtuosa se
debilitan.
Los presentes
núcleos de excelencia continúan una tradición científica originada a principios
de siglo XX en esta tierra de promisión. Tuvimos tres premios Nobel en medicina y fisiología (Houssay,
Leloir, y Milstein), pero podrían haber sido cuatro, toda vez que el impresionante
Dr. Ángel Roffo fue nominado tres veces por sus descubrimientos sobre el cáncer.
No tuvimos un Nobel de Literatura, pero podríamos haber tenido tres, ya que
Manuel Gálvez, Enrique Larreta, y Jorge Luis Borges fueron nominados varias
veces al galardón. Tuvimos dos premios Nobel de la Paz, Carlos Saavedra-Lamas y
Adolfo Pérez-Esquivel, pero podrían haber sido cuatro; Ángela de Oliveira Cezar
y Estanislao Zeballos fueron nominados en reiteradas ocasiones para el mismo. Sumemos
cuatro investigadores más que fueron absolutamente revolucionarios. Luis Agote,
que hizo posibles las transfusiones sanguíneas de banco. Eduardo Braun
Menéndez, que descubrió uno de los mecanismos más importantes en el desarrollo
de la hipertensión arterial. Eduardo De Robertis, que describió cómo se
comunican las neuronas entre sí. Y finalmente el Dr. René Favaloro, inventor
del bypass coronario. Esta es solo una muestra del repertorio sorprendente de
personalidades de un país que prometía otro porvenir. Y lo hacía desde la
ciencia, el derecho, la economía, las relaciones internacionales, la
literatura, y le avance tecnológico.
Desconocimiento
La contradicción
entre los eslabones de la cadena de virtudes que mencionamos y la realidad
social y educativa se agiganta. Los resultados de las pruebas aprender son contundentes. De 3 a 5 de cada 10
estudiantes de primaria y secundaria tiene el nivel más bajo en casi todas las
materias y todos los años. En el secundario, 8 de cada 10 estudiantes no cumple
con los niveles básicos de matemáticas. En la mitad de las provincias no hay
ningún alumno de secundario que tenga un nivel avanzado de matemáticas en el
secundario. Estos tristes resultados están empeorando, y la brecha entre los
hijos de hogares pobres y el resto aumenta. La educación pública empeora aún
más. Las pruebas internacionales dan resultados aún peores. En Argentina la
probabilidad de tener un nivel básico en matemáticas es la mitad (27% de los
alumnos) que el promedio de la OCDE (69%). Más del 85% de los estudiantes en
Singapur, Macao, Japón, Hong Kong, Taipéi y Estonia alcanzaron este nivel o lo
superaron. Además, casi ningún estudiante argentino fue clasificado como de
alto desempeño (Niveles 5 o 6), mientras que el promedio de la OCDE es del 9%.
En territorios como Singapur (41%), Taiwán (32%), y Macao (29%), una alta proporción
de estudiantes logra un nivel avanzado en matemáticas. Esta debacle de la
educación, sumada a que 60% de los chicos son pobres, marca con crudeza lo que
queda del siglo XXI. Porque lo que resta entre 2025 y el año 2100 será un país
de personas mayoritariamente con muy mala educación, si no se hace algo urgente
para corregirlo.
Otra forma de
referirse a un bajo nivel educativo es, como una situación de mucho
desconocimiento. Aquí hablamos de mucho desconocimiento de todo lo que alguna
vez se ha escrito, de cómo funciona el mundo de la ciencia, desconocimiento de
los principios que gobiernan a la naturaleza, y desconocimiento de cómo
analizar matemáticamente al mundo. El desconocimiento de la tradición literaria
será la primera causa de esa desaparición del pasado de nuestra conciencia
colectiva, y un poderoso golpe a nuestra identidad nacional. Desconocer la
ciencia limitará nuestras posibilidades para tomar parte en la revolución
biotecnológica en curso, la cual promete cambiar como nunca el futuro de la
salud y la sobrevida humana. Y el desconocimiento de las matemáticas
elementales reducirá fuertemente nuestras posibilidades en el mundo de la
robótica, los viajes espaciales, y la inteligencia artificial (IA).
Nuevo bravo mundo
El progreso
ocurrirá, el mundo aumentará sus estándares de vida, y las proyecciones indican
que la carrera tecnológica definirá la situación de poder de los países.
Control del espacio, control de las telecomunicaciones, desarrollo de
plataformas de red, incorporación de la robótica, inmersión de las prestaciones
de salud en ambientes controlados por IA, sistemas de defensa con nuevas
prestaciones basadas en IA, todo es parte del futuro que ya comienza.
Ese futuro
tecnológico que caracterizará a nuestra civilización probablemente definirá
tres situaciones posibles dentro de este escenario disruptivo. La primera
situación posible respecto del futuro tecnológico será liderarlo; lo que
incluye pertenecer a los sectores acomodados y profesionalizados de los pocos
países dominantes, o de alguna de las corporaciones multinacionales que guiarán
el futuro tecnológico. Esto depende de dónde se haya nacido, la condición
socioeconómica de la familia de crianza, de los niveles de educación alcanzados,
y de las habilidades naturales que cada uno posea. Los países que lideren la
revolución tecnológica son fundamentalmente dos, China y Estados Unidos, aunque
Japón, y Rusia estarán muy cerca de este liderazgo. Se trata de países con
grandes capacidades tecnológicas y muy bien ubicados en los otros casilleros.
La rivalidad entre Estados Unidos y China, particularmente, irá
creciente por el simpe hecho que los desarrollos en IA ocurren en un mundo progresivamente desglobalizado.
La segunda
posibilidad se dará en la línea de prestar servicios avanzados a los países y
organizaciones dominantes. Hablamos de países u organizaciones internacionales que
proveen servicios intelectuales, productos industriales de avanzada,
invenciones, servicios financieros, alimentos, entretenimiento, y energía,
desde una sofisticada plataforma nacional con altos niveles de coordinación.
Para pertenecer a estos sectores sería indispensable desarrollar escenarios de
innovación, una industria madura y orientada a la vanguardia tecnológica, sofisticar
el Estado para crear un marco adecuado orientado a servicios financieros de
avanzada, paz social, altos niveles de vida, y un alto nivel de producción de
alimentos, entretenimientos, y energía. Pertenecer a ciertas organizaciones
internacionales y empresas transnacionales medias también proporcionará este
estatus global. Este sector comportará además el principal grupo de usuarios de
los productos innovadores del grupo de actores líderes del mundo que se viene.
Finalmente habrá
un inmenso grupo de países y organizaciones humanas que no tendrán pertenencia
alguna a la civilización tecnológica a excepción de unas pocas manifestaciones
marginales. Aquí las personas vivirán en permanente conflicto con la
civilización tecnológica, sus valores, e imposiciones. La civilización
tecnológica hará desaparecer todos los empleos de alta productividad de estos
países, regulará el acceso a ciertos productos de excelencia pero no a otros,
descubrirá los talentos que emerjan y los reclutará para sí, y luchará por la
cuestión de la inmigración. La gobernanza de estos sectores se verá sumamente
comprometida por la intervención del crimen organizado, grupos terroristas, por
la conflictividad propia de la exclusión, el surgimiento favorecido por la IA
de dictadores, pero muy particularmente por los desafíos que la
propia IA impondrá a la gobernanza democrática. Paralelamente los grandes sistemas de IA
desarrollados en los países líderes irán modificando progresivamente la
capacidad de toma de decisiones en estos países a todo nivel, creando una
especie de paternalismo de la máquina. Estas personas estarán muy mal equipadas para defenderse de los ataques
que la IA perpetrará especialmente en la diseminación de noticias falsas, y su enorme impacto en la política
interna de estos países.
El orden mundial
estará dado, por un lado, por las enormes capacidades de imposición de agendas
provista por la tecnología, los recursos, y el aspiracional emanado desde los
centros de poder. La NATO ya habla de guerra cognitiva y de las capacidades que los países
deberán diseñar para hacerle frente. Por otro lado, el aumento de poder del
narcotráfico, el terrorismo, y los grupos mercenarios, desafiarán en los
márgenes al poder troncal organizador del mundo. Pensemos lo que ocurre con la
piratería en el Mar Rojo, los grupos armados en el Sahel y el control de bastos
recursos naturales, o la amenaza de narcoestado en países de América Latina.
Estos factores desestabilizarán a los líderes y los prestadores de servicios de
alto nivel, mediante el ataque directo, por el encarecimiento en el acceso a
recursos naturales, y por su condicionamiento de los flujos migratorios.
Adicionalmente la existencia de estos actores será utilizada como ejecutor de
acciones militares proxy en la inevitable rivalidad entre potencias líderes y
medias. Si ciertos valores globales emergidos principalmente en la postguerra,
son reemplazados por el inmanentismo, o por la fragmentación en bloques
religiosos, las rivalidades atravesarán a los tres estratos creando alianzas y
confrontación con efectos impredecibles.
Acciones
La Argentina
puede razonablemente intentar pertenecer al segundo grupo de actores globales,
al de los que prestan servicios a los líderes de la civilización tecnológica.
Sin embargo debemos tener en cuenta que la IA constituye un movimiento. Y el
“movimiento de la IA” engloba a los investigadores, empresarios, corporaciones
tecnológicas, centros de desarrollo y pioneros que, junto con sus ideas, han
moldeado y difundido esta poderosa innovación. También incluye a actores de
poder y agentes económicos que posibilitan los grandes sistemas de IA actuales
con el financiamiento y management que el mismo necesita. Este movimiento ha
desarrollado una identidad propia, reflexiona sobre sí mismo, define sus
objetivos y estrategias de expansión, transformando profundamente la sociedad.
La propagación de la IA responde a intereses específicos que se benefician de
su implementación y se presenta como algo necesario e inevitable. Esta
corriente cultural, impulsada por actores racionales, genera tensiones con
otros ámbitos de la sociedad, como el mundo laboral, las soberanías, y con
ideas heterodoxas en materia de desarrollo económico. Luego cuando la Argentina
comience a moverse con sentido estratégico, comenzará a friccionar con lo que
en realidad significa una nueva visión de civilización humana.
Para avanzar en
la senda de convertirnos en una potencia media en la nueva civilización
tecnológica la Argentina debe aumentar los niveles de su capital humano, debe
promover su industria tecnológica con todo tipo de políticas de fomento, es
necesario que sofistique su aparato estatal para forjar una nación fuerte capaz
de resistir los embates de la tecnología y el uso malintencionado que se haga
de ella por parte de actores transnacionales e internacionales, y necesita
concebir un esquema de alianzas donde política y economía caminen juntas.
Aumentar los
niveles de capital humano implica aumentar los niveles de los puntajes en las
evaluaciones educativas nacionales e internacionales y la cantidad y calidad de
graduados en carreras técnicas. Para eso es indispensable mejorar la situación
de los maestros, promover la nutrición infantil, promover escuelas técnicas, y
mejorar la salud escolar. En cuanto al nivel superior, es indispensable
promover los doctorados en IA, y crear centros tecnológicos de excelencia
similares al Instituto Balseiro que atraigan y retengan talentos en el área.
Debemos promover la
industria tecnológica con todo tipo de políticas de promoción industrial, dando
beneficios tangibles a quienes innovan y quienes se vinculan con universidades.
La Argentina tiene una enorme posibilidad en productos de electrónica,
siderurgia, manufacturas relacionadas a la energía y la minería, y en la
industria farmacéutica.
Paralelamente es
necesario sofisticar el aparato estatal. Para esto hay estrategias de gobierno
electrónico como la llevada adelante por Estonia, que podríamos aplicar.
Además, es fundamental profesionalizar la administración pública como lo
hicieron Chile o Reino Unido. Las capacidades militares son otro punto para
trabajar. Debemos actuar sobre el entrenamiento y la carrera del personal
militar, promover su profesionalización definitiva, y vincular nuestras fuerzas
armadas a proyectos de desarrollo científico.
Finalmente
necesitamos concebir un esquema de alianzas donde política y economía caminen
juntas. El avance del movimiento de la IA aumentará las desigualdades sociales
porque es lo propio con la economía contemporánea; mientras los países
desarrollados tenderán a florecer, las desigualdades aumentarán en los en vías de desarrollo. Nuestro
país debe escapar de la trampa de pobreza que recrudecerá con el aumento de la
brecha tecnológica. Participar en las cadenas de suministros de los aliados,
aumentar el valor agregado de nuestras exportaciones, y buscar vinculaciones
tecnológicas y científicas con nuestros socios comerciales son algunas de las
tantas estrategias que debemos llevar adelante. Hay otras agendas fundamentales
que la Argentina podría aprovechar, como la promoción de su softpower, y la
mejora del medioambiente y los hábitats naturales.
Se viene un bravo mundo. La IA lo
revolucionará todo. Las democracias verán debilitada su eficacia y eficiencia,
y las ideologías tenderán a perder el ritmo frente al avance de la tecnología y
de sus ideologías aliadas. Dicen los que saben que en el mundo se desencadenará
una enorme competencia global donde la cooperación quedará francamente
relegada. La alternativa a no convertirnos en una potencia tecnológica media,
es convertirnos en uno de los tantos países marginales. En este caso el atraso
tecnológico provocará un retroceso político que hará cada vez más posibles las
palabras de Albert Einstein: desconocemos como sería un nuevo enfrentamiento
global. Pero estamos ciertos que nos sumirá en la edad de las cavernas. Quien
no esté a la altura de los acontecimientos de la nueva civilización, será
relegado al oblivio. Y todo por simple desconocimiento.
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