Primero Argentina. 

Argentina en la era de la IA

 Carlos Regazzoni

31 de marzo de 2025

Los argentinos nos encontramos frente a una encrucijada, porque los tiempos se aceleran y la distancia entre nuestra trayectoria y la de la civilización tecnológica aumenta de forma inquietante. Y promete debilitar profundamente nuestras capacidades estratégicas. Metafóricamente, diría que nos encontramos como quien hace un último intento por saltar a la barca que se aleja de la orilla para nunca regresar. Pasada una distancia límite ya nada será igual para los que se queden. Allí y aquí serán mundos extraños uno al otro como no tenemos memoria. Los mensajes que en lo sucesivo lleguen de ese otro orden civilizatorio encontrarán aquí destinatarios resignados en la mayoría de los casos, o inquietos por peregrinar hacia mejores posibilidades en algunos otros. El pasado podría ser entonces arrasado de nuestro suelo, cuando sus vestigios ya no sean vistos como puente hacia un destino fundacional, sino un obstinado recordatorio de lo que irremediablemente se perdió.


El futuro tecnológico definirá la nueva distribución de poder en el mundo, y los países deberán ir acomodándose en este nuevo tablero mundial conforme sean capaces de modificar sus procesos políticos, y de ser parte (o no) del enorme desarrollo científico que demandará esta nueva era de la humanidad. Porque la innovación definirá el poder. Y a muchos los relegará al olvido.

Pasado glorioso

Aun gravita en nuestro presente la herencia de una nación que buscaba otros destinos; y en esa cadena de virtudes tenemos pendiente otra oportunidad. Pero la desconexión entre los focos remanentes de excelencia y la situación general de deterioro crea tensiones que tarde o temprano serán conflicto abierto anticipatorio del peor desenlace. Así ha ocurrido siempre en la historia. Hoy la Argentina se cuenta entre los diez o doce países -entre ciento noventa que hay- que producen tecnología nuclear, tecnología satelital, medicamentos biotecnológicos, vacunas, partes de radares, y componentes esenciales para la fabricación de helicópteros, solo por mencionar algunos sectores de avanzada. Agreguemos a esto los avances en la agroindustria, la siderurgia, y la producción de petróleo. O la insólita creación de once unicornios digitales en los últimos veinte años. En todos estos campos hay científicos y emprendedores argentinos que inventaron soluciones que cambiaron el modo de hacer las cosas en sus campos de competencia. Pero conforme se deteriora la situación económica y educativa de más de la mitad de la población, las incongruencias entre uno y otro modelo de país aumentan. Y los eslabones de la cadena virtuosa se debilitan.


Los presentes núcleos de excelencia continúan una tradición científica originada a principios de siglo XX en esta tierra de promisión. Tuvimos tres premios Nobel en medicina y fisiología (Houssay, Leloir, y Milstein), pero podrían haber sido cuatro, toda vez que el impresionante Dr. Ángel Roffo fue nominado tres veces por sus descubrimientos sobre el cáncer. No tuvimos un Nobel de Literatura, pero podríamos haber tenido tres, ya que Manuel Gálvez, Enrique Larreta, y Jorge Luis Borges fueron nominados varias veces al galardón. Tuvimos dos premios Nobel de la Paz, Carlos Saavedra-Lamas y Adolfo Pérez-Esquivel, pero podrían haber sido cuatro; Ángela de Oliveira Cezar y Estanislao Zeballos fueron nominados en reiteradas ocasiones para el mismo. Sumemos cuatro investigadores más que fueron absolutamente revolucionarios. Luis Agote, que hizo posibles las transfusiones sanguíneas de banco. Eduardo Braun Menéndez, que descubrió uno de los mecanismos más importantes en el desarrollo de la hipertensión arterial. Eduardo De Robertis, que describió cómo se comunican las neuronas entre sí. Y finalmente el Dr. René Favaloro, inventor del bypass coronario. Esta es solo una muestra del repertorio sorprendente de personalidades de un país que prometía otro porvenir. Y lo hacía desde la ciencia, el derecho, la economía, las relaciones internacionales, la literatura, y le avance tecnológico.

Desconocimiento

La contradicción entre los eslabones de la cadena de virtudes que mencionamos y la realidad social y educativa se agiganta. Los resultados de las pruebas aprender son contundentes. De 3 a 5 de cada 10 estudiantes de primaria y secundaria tiene el nivel más bajo en casi todas las materias y todos los años. En el secundario, 8 de cada 10 estudiantes no cumple con los niveles básicos de matemáticas. En la mitad de las provincias no hay ningún alumno de secundario que tenga un nivel avanzado de matemáticas en el secundario. Estos tristes resultados están empeorando, y la brecha entre los hijos de hogares pobres y el resto aumenta. La educación pública empeora aún más. Las pruebas internacionales dan resultados aún peores. En Argentina la probabilidad de tener un nivel básico en matemáticas es la mitad (27% de los alumnos) que el promedio de la OCDE (69%). Más del 85% de los estudiantes en Singapur, Macao, Japón, Hong Kong, Taipéi y Estonia alcanzaron este nivel o lo superaron. Además, casi ningún estudiante argentino fue clasificado como de alto desempeño (Niveles 5 o 6), mientras que el promedio de la OCDE es del 9%. En territorios como Singapur (41%), Taiwán (32%), y Macao (29%), una alta proporción de estudiantes logra un nivel avanzado en matemáticas. Esta debacle de la educación, sumada a que 60% de los chicos son pobres, marca con crudeza lo que queda del siglo XXI. Porque lo que resta entre 2025 y el año 2100 será un país de personas mayoritariamente con muy mala educación, si no se hace algo urgente para corregirlo.


Otra forma de referirse a un bajo nivel educativo es, como una situación de mucho desconocimiento. Aquí hablamos de mucho desconocimiento de todo lo que alguna vez se ha escrito, de cómo funciona el mundo de la ciencia, desconocimiento de los principios que gobiernan a la naturaleza, y desconocimiento de cómo analizar matemáticamente al mundo. El desconocimiento de la tradición literaria será la primera causa de esa desaparición del pasado de nuestra conciencia colectiva, y un poderoso golpe a nuestra identidad nacional. Desconocer la ciencia limitará nuestras posibilidades para tomar parte en la revolución biotecnológica en curso, la cual promete cambiar como nunca el futuro de la salud y la sobrevida humana. Y el desconocimiento de las matemáticas elementales reducirá fuertemente nuestras posibilidades en el mundo de la robótica, los viajes espaciales, y la inteligencia artificial (IA).

Nuevo bravo mundo

El progreso ocurrirá, el mundo aumentará sus estándares de vida, y las proyecciones indican que la carrera tecnológica definirá la situación de poder de los países. Control del espacio, control de las telecomunicaciones, desarrollo de plataformas de red, incorporación de la robótica, inmersión de las prestaciones de salud en ambientes controlados por IA, sistemas de defensa con nuevas prestaciones basadas en IA, todo es parte del futuro que ya comienza.


Ese futuro tecnológico que caracterizará a nuestra civilización probablemente definirá tres situaciones posibles dentro de este escenario disruptivo. La primera situación posible respecto del futuro tecnológico será liderarlo; lo que incluye pertenecer a los sectores acomodados y profesionalizados de los pocos países dominantes, o de alguna de las corporaciones multinacionales que guiarán el futuro tecnológico. Esto depende de dónde se haya nacido, la condición socioeconómica de la familia de crianza, de los niveles de educación alcanzados, y de las habilidades naturales que cada uno posea. Los países que lideren la revolución tecnológica son fundamentalmente dos, China y Estados Unidos, aunque Japón, y Rusia estarán muy cerca de este liderazgo. Se trata de países con grandes capacidades tecnológicas y muy bien ubicados en los otros casilleros. La rivalidad entre Estados Unidos y China, particularmente, irá creciente por el simpe hecho que los desarrollos en IA ocurren en un mundo progresivamente desglobalizado.


La segunda posibilidad se dará en la línea de prestar servicios avanzados a los países y organizaciones dominantes. Hablamos de países u organizaciones internacionales que proveen servicios intelectuales, productos industriales de avanzada, invenciones, servicios financieros, alimentos, entretenimiento, y energía, desde una sofisticada plataforma nacional con altos niveles de coordinación. Para pertenecer a estos sectores sería indispensable desarrollar escenarios de innovación, una industria madura y orientada a la vanguardia tecnológica, sofisticar el Estado para crear un marco adecuado orientado a servicios financieros de avanzada, paz social, altos niveles de vida, y un alto nivel de producción de alimentos, entretenimientos, y energía. Pertenecer a ciertas organizaciones internacionales y empresas transnacionales medias también proporcionará este estatus global. Este sector comportará además el principal grupo de usuarios de los productos innovadores del grupo de actores líderes del mundo que se viene.


Finalmente habrá un inmenso grupo de países y organizaciones humanas que no tendrán pertenencia alguna a la civilización tecnológica a excepción de unas pocas manifestaciones marginales. Aquí las personas vivirán en permanente conflicto con la civilización tecnológica, sus valores, e imposiciones. La civilización tecnológica hará desaparecer todos los empleos de alta productividad de estos países, regulará el acceso a ciertos productos de excelencia pero no a otros, descubrirá los talentos que emerjan y los reclutará para sí, y luchará por la cuestión de la inmigración. La gobernanza de estos sectores se verá sumamente comprometida por la intervención del crimen organizado, grupos terroristas, por la conflictividad propia de la exclusión, el surgimiento favorecido por la IA de dictadores, pero muy particularmente por los desafíos que la propia IA impondrá a la gobernanza democrática. Paralelamente los grandes sistemas de IA desarrollados en los países líderes irán modificando progresivamente la capacidad de toma de decisiones en estos países a todo nivel, creando una especie de paternalismo de la máquina. Estas personas estarán muy mal equipadas para defenderse de los ataques que la IA perpetrará especialmente en la diseminación de noticias falsas, y su enorme impacto en la política interna de estos países.


El orden mundial estará dado, por un lado, por las enormes capacidades de imposición de agendas provista por la tecnología, los recursos, y el aspiracional emanado desde los centros de poder. La NATO ya habla de guerra cognitiva y de las capacidades que los países deberán diseñar para hacerle frente. Por otro lado, el aumento de poder del narcotráfico, el terrorismo, y los grupos mercenarios, desafiarán en los márgenes al poder troncal organizador del mundo. Pensemos lo que ocurre con la piratería en el Mar Rojo, los grupos armados en el Sahel y el control de bastos recursos naturales, o la amenaza de narcoestado en países de América Latina. Estos factores desestabilizarán a los líderes y los prestadores de servicios de alto nivel, mediante el ataque directo, por el encarecimiento en el acceso a recursos naturales, y por su condicionamiento de los flujos migratorios. Adicionalmente la existencia de estos actores será utilizada como ejecutor de acciones militares proxy en la inevitable rivalidad entre potencias líderes y medias. Si ciertos valores globales emergidos principalmente en la postguerra, son reemplazados por el inmanentismo, o por la fragmentación en bloques religiosos, las rivalidades atravesarán a los tres estratos creando alianzas y confrontación con efectos impredecibles.

Acciones

La Argentina puede razonablemente intentar pertenecer al segundo grupo de actores globales, al de los que prestan servicios a los líderes de la civilización tecnológica. Sin embargo debemos tener en cuenta que la IA constituye un movimiento. Y el “movimiento de la IA” engloba a los investigadores, empresarios, corporaciones tecnológicas, centros de desarrollo y pioneros que, junto con sus ideas, han moldeado y difundido esta poderosa innovación. También incluye a actores de poder y agentes económicos que posibilitan los grandes sistemas de IA actuales con el financiamiento y management que el mismo necesita. Este movimiento ha desarrollado una identidad propia, reflexiona sobre sí mismo, define sus objetivos y estrategias de expansión, transformando profundamente la sociedad. La propagación de la IA responde a intereses específicos que se benefician de su implementación y se presenta como algo necesario e inevitable. Esta corriente cultural, impulsada por actores racionales, genera tensiones con otros ámbitos de la sociedad, como el mundo laboral, las soberanías, y con ideas heterodoxas en materia de desarrollo económico. Luego cuando la Argentina comience a moverse con sentido estratégico, comenzará a friccionar con lo que en realidad significa una nueva visión de civilización humana.


Para avanzar en la senda de convertirnos en una potencia media en la nueva civilización tecnológica la Argentina debe aumentar los niveles de su capital humano, debe promover su industria tecnológica con todo tipo de políticas de fomento, es necesario que sofistique su aparato estatal para forjar una nación fuerte capaz de resistir los embates de la tecnología y el uso malintencionado que se haga de ella por parte de actores transnacionales e internacionales, y necesita concebir un esquema de alianzas donde política y economía caminen juntas.


Aumentar los niveles de capital humano implica aumentar los niveles de los puntajes en las evaluaciones educativas nacionales e internacionales y la cantidad y calidad de graduados en carreras técnicas. Para eso es indispensable mejorar la situación de los maestros, promover la nutrición infantil, promover escuelas técnicas, y mejorar la salud escolar. En cuanto al nivel superior, es indispensable promover los doctorados en IA, y crear centros tecnológicos de excelencia similares al Instituto Balseiro que atraigan y retengan talentos en el área.


Debemos promover la industria tecnológica con todo tipo de políticas de promoción industrial, dando beneficios tangibles a quienes innovan y quienes se vinculan con universidades. La Argentina tiene una enorme posibilidad en productos de electrónica, siderurgia, manufacturas relacionadas a la energía y la minería, y en la industria farmacéutica.


Paralelamente es necesario sofisticar el aparato estatal. Para esto hay estrategias de gobierno electrónico como la llevada adelante por Estonia, que podríamos aplicar. Además, es fundamental profesionalizar la administración pública como lo hicieron Chile o Reino Unido. Las capacidades militares son otro punto para trabajar. Debemos actuar sobre el entrenamiento y la carrera del personal militar, promover su profesionalización definitiva, y vincular nuestras fuerzas armadas a proyectos de desarrollo científico.


Finalmente necesitamos concebir un esquema de alianzas donde política y economía caminen juntas. El avance del movimiento de la IA aumentará las desigualdades sociales porque es lo propio con la economía contemporánea; mientras los países desarrollados tenderán a florecer, las desigualdades aumentarán en los en vías de desarrollo. Nuestro país debe escapar de la trampa de pobreza que recrudecerá con el aumento de la brecha tecnológica. Participar en las cadenas de suministros de los aliados, aumentar el valor agregado de nuestras exportaciones, y buscar vinculaciones tecnológicas y científicas con nuestros socios comerciales son algunas de las tantas estrategias que debemos llevar adelante. Hay otras agendas fundamentales que la Argentina podría aprovechar, como la promoción de su softpower, y la mejora del medioambiente y los hábitats naturales.


Se viene un bravo mundo. La IA lo revolucionará todo. Las democracias verán debilitada su eficacia y eficiencia, y las ideologías tenderán a perder el ritmo frente al avance de la tecnología y de sus ideologías aliadas. Dicen los que saben que en el mundo se desencadenará una enorme competencia global donde la cooperación quedará francamente relegada. La alternativa a no convertirnos en una potencia tecnológica media, es convertirnos en uno de los tantos países marginales. En este caso el atraso tecnológico provocará un retroceso político que hará cada vez más posibles las palabras de Albert Einstein: desconocemos como sería un nuevo enfrentamiento global. Pero estamos ciertos que nos sumirá en la edad de las cavernas. Quien no esté a la altura de los acontecimientos de la nueva civilización, será relegado al oblivio. Y todo por simple desconocimiento.

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