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2 de abril de 2023: otra vez, los desmalvinizadores dan la nota

Por: Redacción

Todos los años, en ocasión del aniversario de la gesta del 2 de abril de 1982, en alguno de los grandes diarios aparecen notas que buscan desvirtuar el sentido de una de las pocas fechas que aún nos unen, y tratar de instalar un "debate", que en realidad no es tal. Más bien, lo que hacen estos intelectuales es intentar demoler el significado de Malvinas, negando cada una de sus bases. ¿Qué dicen? Que la Causa Malvinas no tienen relación con "los verdaderos problemas actuales" del país, que sus combatientes fueron "víctimas de una dictadura", que su reivindicación es parte de un "nacionalismo retrógrado", y a veces, también, que el malvinerismo es avasallar "los derechos de los isleños". 

El discurso desmalvinizador, en su cara más amable, sostiene que fue un conflicto costoso e innecesario, que se cobró la vida de muchos soldados jóvenes, que las disputas de soberanía no deben recurrir a la acción militar. Enunciados de sentido común con los que cualquiera podría acordar. Pero acto seguido muestra sus colmillos menos amables: que no es conveniente para la Argentina la confrontación con una potencia como Gran Bretaña, que el reclamo no tiene fundamentos, que las Malvinas nunca fueron argentinas... para finalmente caer en la bajeza de querer emparentar al sentimiento malvinero con una especie de ideología del fracaso y el resentimiento.

Un hito de esta nueva tradición desmalvinizadora fue el grupo de intelectuales que en 2012 firmó el documento intitulado "Malvinas: una visión alternativa", que tuvo amplia difusión en los medios. Estaba firmado por los ensayistas Beatriz Sarlo, Santiago Kovadloff y Juan José Sebrelli; los constitucionalistas Daniel Sabsay y Roberto Gargarella, los periodistas Jorge Lanata y José Eliaschev, el diputado Fernando Iglesias, los sociólogos Emilio de Ípola, Marcos Novaro y Vicente Palermo, el tuitero Quintín y los historiadores Luis Alberto Romero e Hilda Sabato. Todos ellos afines al progresismo liberal y antiperonista que acompañó a la Alianza en 1999 y a Cambiemos en 2015.


Este año, quien dió la nota fue el historiador Roy Hora, investigador del CONICET, quien publicó en Clarín una nota intitulada "El regalo envenenado del general Bignone". En ella se refiere reiteradamente a la guerra como una "invasión" de la Argentina -como si las islas no fueran nuestro territorio- y repite buena parte de los argumentos del colectivo progresista desmalvinizador: la dictadura, la "aventura trasnochada", los "chicos de la guerra". Cierra Hora su proclama con un pedido: que la democracia descarte el 2 de abril, por ser un legado de la dictadura y, por ende, incompatible con la Argentina. País que, para el historiador, nació con Alfonsín y no debería reconocer otras efemérides que las de la cosmovisión alfonsinista.

Los intelectuales de la visión alternativa, cultores tempranos de la cancelación, tienen la costumbre de ser selectivos a la hora de elegir sus efemérides. Catadores de democraticidad, consideran que todo aquello incompatible con los valores alfonsinistas no debería pertenece a la Argentina del bien, y son cada vez más agresivos en sus pretensiones. Pero habría que preguntarles qué creen que pasaría si Argentina renuncia definitivamente a sus derechos soberanos en el Atlántico Sur. ¿Nada? ¿Eso creen? Así no funciona la geopolítica, señores desmalvinizadores. No por nada Gran Bretaña, país al que están apoyando por omisión, se afianza cada día más allí, no amaga a devolverlas, hace lobby para boicotear cualquier intento argentino de reequipar a nuestras fuerzas armadas, y se proyecta hacia la Antártida, como muestran los avances en la construcción de un puerto en la capital de las islas ocupadas, y su presencia militar creciente en la región. A solo 600 km de Comodoro Rivadavia. Pero eso, para los desmalvinizadores, carece de importancia: el problema somos nosotros, los argentinos malvineros, la auténtica amenaza./ .
(Publicado el 2 de abril de 2023)